miércoles, 13 de junio de 2012

domingo, 25 de diciembre de 2011

La religión de la ciencia


"La ciencia sin la religión es coja, la religión sin la ciencia es ciega"

- Srila Prabhupāda -

- Albert Einstein -

"La ciencia puede descubrir lo que es cierto, pero no lo que es bueno, justo y humano."

- Marcus Jacobson -

"He aquí mi yo dinosaurio."
Lo siento, me ha sido imposible contenerlo más en mi interior, pero creo que que ya va siendo hora de sacar a pasear el dinosaurio que todos llevamos dentro, y que por el sólo hecho de ser dinosaurio y antiguo suele caer mal a la gente...

El tema que hoy vamos a tratar no es otro que el que viene claramente indicado en el título, la religión de la ciencia, tema nacido a colación de la lectura de una magnífica entrada, de igual título por cierto, en el blog "La Queja del Primate".

He de aclarar desde un principio que la senda por la que discurre el  tema que voy a tratar posiblemente no coincida con la que transita el texto en que, en parte, está inspirada y quizás yo me desvié más hacia la crítica, clara y concisa, de la concepción de la ciencia como divinidad, y por tanto como ser supremo de la nueva, y cada vez más extendida, religión que vivimos en nuestros días.

De base debemos dejar claro el importantísimo, transcendente y innegable papel que ha reportado el desarrollo de la ciencia y la tecnología, su brazo armado, en el devenir de la humanidad, ya sea para bien o para mal... Pero de ahí ha deificarla hay un paso y no precisamente pequeño...


Quizás haya sido la extrema velocidad a la que se han sucedido los avances científicos o quizás haya sido la infinita confianza que a veces depositamos en nuestras propias fuerzas la que nos haya llevado a pensar que a través de la ciencia íbamos a conseguir explicar al completo la realidad, a poder dominar y modificar la naturaleza propia de las cosas a nuestro antojo. En conclusión: la ciencia paulatinamente fue, va e irá sustituyendo a cualquier otro tipo de concepción de la realidad.

Convertir la ciencia en el supremo y básico de los principios sobre los que ha de fundamentarse el desarrollo de una sociedad, obviando a su vez el resto de planteamientos y concepciones (véase concepción religiosa, filosófica o artística), puede llegar a ser, desde mi humilde e insignificante punto de vista, sumamente peligroso.

Y, justo aquí, en este punto de la reflexión es donde quería realizar, pues me parece necesario, un intento de des-deificación, o terrenalización, de la ciencia basada en una serie de puntos que ahora paso a enumerar:

- La ciencia no es la realidad: La realidad es la realidad, y la ciencia no es más que un intento de aproximación a ella, por lo tanto, podremos acercarnos a la realidad a través de la ciencia tanto como nos sea posible realizar el acercamiento a esta ultima. Dicho acercamiento a la realidad variará enormemente según vaya modificándose nuestra percepción sobre ella a través de las herramientas que nos proporciona la tecnología, y por lo tanto, siendo ciencia y tecnología dos caras de la misma moneda, este proceso de acercamiento no será más que una relación de feed-back sobre si misma, es decir, sin llegar superar los límites de su propio desarrollo, sin llegarse a producir nunca un acercamiento total a la realidad.

- La ciencia se basa en datos estadísticos y por lo tanto siempre será inexacta: Como ya sabemos, la ciencia se basa en la observación de fenómenos que, más o menos, somos capaces de cuantificar y reducir a ecuaciones que pueden llegar a ser bastante cercanas a la realidad observada. Pero no podemos obviar que tales aproximaciones nacen de estudios estadísticos de la realidad llevados al plano aproximado de la matemática, siendo imposible observar el comportamiento absoluto de un fenómeno, y por lo tanto dejando lugar a la incertidumbre de un dogma que tomamos como verdadero, hasta que probamos que no lo es.

- La ciencia muestra el comportamiento de la realidad, pero no el por qué de ese comportamiento: La ciencia nos lleva a un continuo devenir de preguntas sin respuesta, que una vez respondidas, nos sumergen en un infinito bucle de preguntas sin respuestas. La ciencia es capaz de explicar "la cosa", pero no el por qué de "la cosa", así como "sabemos" que es la gravedad, pero no su por qué. Toda respuesta a una pregunta lleva a otra siendo: ¿Por qué X? Por que Y. ¿Por qué Y? Por que Z. ¿Por qué Z? Por que W... Y así en sucesión infinita dejando una puerta siempre abierta a la incertidumbre.

- La ciencia toma como cierto todo aquello que podemos "probar", el resto no existe: Todo lo que no se puede demostrar analíticamente para la ciencia no existe. La moral, el amor, Dios, la justicia y la ética, por ejemplo, al no poder demostrarse y cuantificarse no existen. Incluso la propia existencia es inexistente a ojos de la ciencia. Todo es relativo, pero a la vez, todo lo cuantificado por ella es dogma de fe. ¿Qué será verdad si ni siquiera sabemos si existimos?

- La ciencia no puede cuantificar a través de ecuaciones valores tales como la justicia, la moral...: Devengado del punto anterior. Si no podemos probar la existencia de realidades, atribuyéndolas simplemente a la imaginación del hombre, tampoco podremos cuantificarlas, y a su vez tampoco saber que es lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, lo herético y lo santo... Simplemente no existe.

Con todo lo anterior simplemente pretendo impulsar una corriente crítica hacía el eruditismo que hoy en día vivimos bajo el yugo de la ciencia, y que cada vez nos impide ver más otras posibles respuestas, no tan cuantificables de la realidad, como lo pueden ser la religión y la filosofía, siempre y cuando vayan cogidas de la mano:

"Religión sin filosofía es sentimentalismo o fanatismo y filosofía sin religión sólo es especulación mental"

- Srila Prabhupāda -

Y bueno, con poco más que decir, creo que ya va siendo hora de guardar al dinosaurio que todos llevamos dentro y al que todo el mundo odia por ser sentimentalista y feo, pero al que yo sé que Dios ama, por eso los destruyó, y con eso me basta...


lunes, 28 de noviembre de 2011

La Santísima Trinidad

"El misterio de la Santísima Trinidad"

Dios es un triangulo cuyo área se define con la siguiente ecuación:

A = π · r 2

sábado, 26 de noviembre de 2011

Huerta...


La huerta es como la vida.

Da igual lo mucho que caves, injertes, riegues o abones. 

Da igual lo mucho que sudes y sangres.

Siempre podrá venir una helada y destrozarlo todo...

Pero, aún así, hay que seguir luchando.

La huerta es la vida.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

La parábola del excremento

"He aquí una hez,
para todo aquel tan fino
que no sepa lo que es."
Hoy les voy a pedir un esfuerzo, pues les propongo un ejercicio para el que van a tener que emplear su imaginación, y por consiguiente, su mente. Les prometo que merecerá la pena.

Ahora cierre los ojos e imagine que tiene ante usted un excremento... ¿Lo ha hecho ya? Bien, entonces podemos continuar...

Supongamos que en vez de tener un excremento frente nosotros queremos tener otra cosa, sea lo que sea, y para conseguir este objetivo lo que hacemos es, ni más ni menos, darle la vuelta a la hez... 

¿Pero que es lo que obtenemos?

El mismo excremento pero boca abajo.

Algo falla. 

No estamos consiguiendo lo que nos proponíamos, que no es otra cosa que apartar la hez de nuestras narices, pero entonces se nos ocurre la brillante idea de revolver dicho excremento con un palo. 

Nos afanamos una y otra vez revolver el excremento con la esperanza de que se convierta en otra cosa mejor...

¿Pero que es lo que obtenemos?

La misma hez pero revuelta.

Algo vuelve a fallar.

Inquietos ya ante la impotencia escatológica se nos ocurre las más brillante idea que ha surcado cualquier cabeza desde el mismísimo nacimiento de la razón... Conectar la hez a la corriente eléctrica a ver si así, de una vez por todas, conseguimos sustituirla por algo más bello a nuestra vista. 

Y lo hacemos.

¿Pero que es lo que obtenemos?

El mismo excremento pero electrocutado.

Y así, idea tras otra, volvemos a obtener la misma hez pero en diferentes estados...

Entonces, yo me pregunto: ¿No será más fácil desechar la hez, quitarla simplemente de nuestra vista tirándola a la basura, en vez de voltearla, removerla o electrocutarla esperando que se convierta en otra cosa que no es?

Y la respuesta no puede ser otra cosa más que un claro y rotundo .
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Conclusión: "Si no quieres tener el mismo excremento maloliente delante de ti toda tu vida, no tendrás más remedio que quitarlo."
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Bienvenidos al modelo económico actual.

(Sólo que hay un pequeño problema, una vez que quitemos la hez, no sabemos que "mierda" vamos a poner...)